Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús. – Filipenses 4:7
Nuestra comunidad continúa lamentando y procesando la inquietante violencia contra funcionarios electos locales el fin de semana pasado. Nos lamentamos y oramos por la familia, los amigos y los colegas de la representante Melissa Hortman y su esposo, Mark, y oramos por la sanación del senador John Hoffman y su esposa, Yvette. Damos gracias por los líderes, las fuerzas del orden y los miembros de la comunidad que trabajaron juntos para detener al tirador. Y seguimos orando por nuestros vecindarios, nuestras comunidades, nuestras congregaciones y por las consecuencias: oficiales y personal de primera respuesta, investigadores, equipos médicos, funcionarios públicos y líderes electos, periodistas, vecinos asustados, aquellos que ya están agobiados por la ansiedad y los niños que sienten el estrés.
Mientras que la violencia desatada en Champlin y Brooklyn Park durante el fin de semana es especialmente dolorosa para los habitantes de Minnesota, sabemos que los impactos traumáticos de la violencia se están sintiendo en todo el mundo. Nuestra iglesia asociada, la Iglesia Luterana de Cristo en Nigeria, lamenta la muerte de más de 100 aldeanos en el centro-norte de Nigeria, quienes fueron asesinados durante el fin de semana en disputas por derechos sobre la tierra y el agua. La guerra y la violencia devastadora continúan en Gaza, y esta semana Israel e Irán intercambiaron bombardeos que mataron a decenas de personas en ambos bandos. Hoy, como iglesia, conmemoramos el martirio de los Nueve de Emanuel, las personas asesinadas durante un estudio bíblico en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel en Charleston, Carolina del Sur, hace diez años. El dolor y la pena de la violencia son, lamentablemente, una experiencia demasiado familiar y global, y la condenamos, en particular las acciones e intentos ocurridos en nuestra comunidad la madrugada del 14 de junio.
Cuando la violencia, de cualquier tipo, golpea tan cerca de casa, puede ser impactante e inquietante, lo que nos impulsa a reevaluar el estado de nuestro mundo, nuestras comunidades y nuestro papel en ellas. Puede dejarnos sin rumbo e incertidumbre, buscando comprensión y anhelando una respuesta. En medio de esta incertidumbre, podemos arraigarnos en la presencia segura de Jesús, recordando…
- que Jesucristo, víctima de la violencia y el terror, está con cada uno de nosotros hoy, mañana y en las próximas semanas.
- que ante la violencia y el terror, Jesús respondió con amor, resiliencia y compromiso con las promesas de Dios.
- que estamos llamados a ser sabios y compasivos, confiando en que Dios nos guiará con palabras y acciones cuando sintamos que no tenemos ninguna.
Como personas de la cruz, también podemos comprometernos a llamar a cada cosa por su nombre, sin rehuir la verdad, ni siquiera una verdad dolorosa. Podemos acompañar nuestro dolor y lamentarnos por las formas en que la familia humana continúa haciéndose daño mutuamente. Lamentos como este de “Suspiros demasiado profundos para las palabras” nos brindan un ritual y una práctica para expresar y procesar nuestra experiencia compartida de violencia, invocando la fidelidad de Dios y permitiendo que la paz y la justicia se hagan realidad aquí y ahora.
¿Cuál es nuestro llamado? Sabemos que nuestras comunidades son resilientes y que este acto de violencia no nos define. Más bien, como personas fieles, liberadas en Jesús, abrazamos nuestro llamado a ser pacificadores, predicadores de la verdad y guardianes de nuestros vecindarios y comunidades. Y confiamos en la fidelidad de Dios, mirando hacia un futuro arraigado en su justicia.